Disco

Kim Gordon: 'No Home Record'

(Matador, 2019)

Publicado por Carlos Rodríguez - Hace 2 años
Kim Gordon: 'No Home Record'

Es raro que una mujer que lleva treinta y ocho años en el mundo de la música decida inaugurar su discografía en solitario. Esta primera entrega es todo lo que tiene que decir Kim Gordon tras la disolución de los icónicos Sonic Youth, el divorcio de Thurston Moore, la publicación de sus memorias y el interesante proyecto musical Body/Head junto a Bill Nace. Un disco de vanguardia, acorde con las inquietudes de la norteamericana, que no decepciona.

Sketch Artist inaugura el periplo emocional de Gordon a través de los surcos de vinilo. Casi tres minutos en el que la nostalgia del sonido que ella vio emerger en la Gran Manzana abraza la electrónica con los brazos bien abiertos, como han hecho varios artistas de su generación, aburridos al parecer del rock que planteaban hace veinte o treinta años.

Gordon enviaba las ideas y el productor le devolvía un corte pulido con nuevos sonidos añadidos

El sonido más evocador a Sonic Youth saluda al oyente en Air BnB. Sabemos que los compañeros de andanzas de Gordon durante tres décadas ya no la acompañan, pero es obvio, y casi necesario, que una artista de su talla vuelva al hogar sonoro donde se encuentra cómoda, tendencias y modas aparte. De lo más notable del álbum.

Paprika Pony es uno de los máximos exponentes del modus operandi a la hora de grabar el disco; Gordon mandaba ideas, loops, maquetas, y todo lo que se pasase por la cabeza, al productor Justin Raisen, que desde Los Angeles le devolvía un corte más pulido con nuevos sonidos añadidos. El resultado, en este caso, es un spoken word acompañado de un simple golpe de sintetizador.

Este tipo de relación laboral entre Raisen y Gordon nació años atrás, momento en el que alumbraron un temazo abrasador como es Murdered Out, incluido en No Home Record. En este corte, electrónica y rock se dan la mano,  mecidos por una potente línea de bajo. EL sonido industrial mezcla de manera portentosa con la voz de Gordon y, en especial, con las caóticas guitarras aquí despachadas.

La canción menos brillante del LP es Don´t Play It, pero, curiosamente es una de las que mejor sintetiza el espíritu de este No Home Record. Ritmos programados, bajo con peso en la mezcla, poemas lanzados al viento con la melodía vocal de una mujer al borde del colapso... Es extrañamente evocadora, como le ocurre al siguiente tema.

Cookie Butter es la hermana mayor de la anterior y, como su antecesora, también capta la temática del disco; Gordon suelta una serie de verbos en primera y segunda persona con las cuatro cuerdas que guían esta la pesadilla, dicho en términos no peyorativos. Entiéndase que es una composición claustrofóbica de más de seis minutos, ideal para no poner en un ascensor que vaya al piso veinte... No creo que a nadie en su sano juicio vaya a ponerla de hilo musical en un hotel o empresa respetable.

Hungry Baby es un rito de paso con el que termina la trilogía de composiciones díscolas que oscilan entre la navegación a toda vela y el naufragio. Mucho más interesante es Earthquake, pieza intimista y lúgubre a partes iguales. Las garras del post-rock asoman por las fauces de este remanso de paz atormentada a base de guitarras limpias en una primera mitad, que da la bienvenida a una minimalista distorsión propia del advenimiento del fin del mundo. Sin duda, 'Earthquake' está en el podio del plástico.

No se ha dejado abducir por la electrónica, sino que transcurre por su propia senda

El álbum culmina con Get Yr Life Back, una introspectiva reflexión deudora del no wave latente en toda la generación de artistas neoyorquinos nacidos en los sesenta. Tras la escucha de este debut de toda una leyenda viviente sólo queda rendirse. Primero por no sentarse en el trono, de cuyo cojín cuelga la etiqueta “de culto”, y vivir de las rentas. Kim Gordon no vivirá de los años de Sonic Youth jamás. Su rumbo lo dicta el horizonte, como así lo muestra en cada faceta artística que acomete.

Otro valor añadido a este disco es la honestidad, pues no renuncia bruscamente al sonido que la puso en la palestra del underground, pero tampoco se ha dejado abducir por la electrónica como si no hubiese otras alternativas. No ha transcurrido por la senda fácil, ni por las más respaldadas por los medios y las redes sociales, sino por la suya.

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